Aunque la fatiga mental no es exclusiva del ámbito laboral, es seguramente el lugar donde más probabilidades tenemos de padecerla. Tienden a sufrirla más aquellas personas que en su puesto de trabajo desempeñan tareas que requieren una especial concentración, memoria, coordinación, autoexigencia o autocontrol emocional, porque son las que conllevan una mayor carga mental.
Si nos sentimos agotados nada más iniciar nuestra tarea, somos incapaces de mantener la atención, sufrimos mareos, fatiga ocular o dolores de cabeza, nos duelen los músculos y las articulaciones y tenemos problemas gastrointestinales puede ser que estemos ante un caso de fatiga mental. Cuando un trabajador alcanza este estado, lo normal es que se vea abocado a una sucesión de distracciones y errores, disminuyendo a la larga su eficacia y productividad laborales.
Proponemos a continuación algunas pautas para combatirla:
- Establecer objetivos parciales, pequeñas metas: ir paso a paso nos ayudará a discriminar prioridades y a no agobiarnos ante “misiones imposibles”. La organización es fundamental.
- Realizar pausas programadas, moviéndonos de nuestro sitio, estirando los músculos, practicando algún pequeño ejercicio de relajación o incluso, si es posible, saliendo un rato al aire libre.
- Mantener un ambiente de trabajo sano: tener ordenada nuestra mesa, vigilar la ergonomía, las posturas... Es importante que el espacio laboral disponga de una iluminación adecuada, que no haya ruidos excesivos y que no se produzcan cambios bruscos de temperatura.
Además, los expertos recuerdan que la motivación es esencial. Un trabajador motivado tiene menos probabilidades de alcanzar un nivel crónico de fatiga mental.
Todos estos consejos deberán combinarse con unos hábitos saludables para ser efectivos: mantener una dieta equilibrada y variada, realizar ejercicio físico, dormir entre 7 y 8 horas, y mantener el estrés a raya.
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